Esa, a veces, también soy yo...
Desde nuestro paseo sumergidos no he tenido tiempo de escribir nada. Algo más fuerte que yo me separaba de la necesidad de escribir, precisamente porque temía lo que pudiera surgir de mis palabras. LLevamos cuatro días navegando de nuevo... y no puedo dejar de pensar en que esta parte de mi vida, no es mía... o lo que es lo mismo, no me reconozco a mí misma.
A veces, cierro los ojos e intento concentrar mis pensamientos en él, es decir, en mí en él. Cierro los ojos y le veo, recuerdo nuestra vida juntos y todo lo que ello significaba. Cierro los ojos y nos veo. Es como si pudiera situarme a metros de distancia y observara las múltiples escenas que se van superponiendo en mi mente. Es una manera de tortura como otra cualquiera... pero una tortura todavía necesaria e inherente a mi realidad.
Sin embargo, también existo aquí, frente al mar. Esa que se refleja en el espejo detrás de una figura que me sonríe mientras se afeita: Esa soy yo. Aquella que corría las escaleras hacia su habitación, mientras él la perseguía para abrazarla, besarla y hacerla suya, una vez más. Esa también soy yo. Esa que mira el mar, como si de su destino se tratara, en calma, azul, infinito... y precioso. Esa, también a veces, soy yo.
Hay momentos en que no tengo tan claro que ese paisaje oceánico pertenezca a mi futuro, sigue recordándome a mi vida con él... Espero que mi niño, lo entienda. Espero que no piense que por ello le quiero menos... Y es que es también difícil para mí, poder comprender cómo podemos las dos vivir dentro de mí. ¿Cómo hacer que se integren dos felicidades de dos tiempos distintos en una misma vida?