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mientrasviajas

Esa, a veces, también soy yo...

Desde nuestro paseo sumergidos no he tenido tiempo de escribir nada. Algo más fuerte que yo me separaba de la necesidad de escribir, precisamente porque temía lo que pudiera surgir de mis palabras. LLevamos cuatro días navegando de nuevo... y no puedo dejar de pensar en que esta parte de mi vida, no es mía... o lo que es lo mismo, no me reconozco a mí misma.
A veces, cierro los ojos e intento concentrar mis pensamientos en él, es decir, en mí en él. Cierro los ojos y le veo, recuerdo nuestra vida juntos y todo lo que ello significaba. Cierro los ojos y nos veo. Es como si pudiera situarme a metros de distancia y observara las múltiples escenas que se van superponiendo en mi mente. Es una manera de tortura como otra cualquiera... pero una tortura todavía necesaria e inherente a mi realidad.
Sin embargo, también existo aquí, frente al mar. Esa que se refleja en el espejo detrás de una figura que me sonríe mientras se afeita: Esa soy yo. Aquella que corría las escaleras hacia su habitación, mientras él la perseguía para abrazarla, besarla y hacerla suya, una vez más. Esa también soy yo. Esa que mira el mar, como si de su destino se tratara, en calma, azul, infinito... y precioso. Esa, también a veces, soy yo.
Hay momentos en que no tengo tan claro que ese paisaje oceánico pertenezca a mi futuro, sigue recordándome a mi vida con él... Espero que mi niño, lo entienda. Espero que no piense que por ello le quiero menos... Y es que es también difícil para mí, poder comprender cómo podemos las dos vivir dentro de mí. ¿Cómo hacer que se integren dos felicidades de dos tiempos distintos en una misma vida?

Paseos entre tritones

Sé que, a pesar de haber prometido escribir casi a diario, no he cumplido con lo que dije. Pero es que... No te pasa eso de que ¿cuando eres completamente feliz, no necesitas pensar en nada más?

Ella no se ha dado cuenta, pero ha mejorado mucho. De vez en cuando aún llora por los rincones. Se abraza al cojín por las noches, cuando cree que estoy en la cubierta, y llora. Lo sé porque noto mojada la almohada. Y porque huelo su tristeza en mis noches en vela.

Pero ha mejorado. Ya sonríe la mayor parte del día, cuando el sol está calentando nuestros corazones. Y cuando la luna le ilumina la cara, así, con ese resplandor pálido... Me la comería a besos. O a abrazos...

Ayer por la tarde, para saciar mi hambre de biología, no fuimos a las ruinas, sino que nos metimos en una motora adentro, hacia el mar, hasta ese justo punto en que llegas a distinguir la costa como una delgada línea sobre el mar. Una vez allí, con nuestros trajes de neopreno, nos sumergimos...

Puede ser maravilloso pasear por los restos de una acrópolis griega. Pero caminar entre miles de peces, en las azules aguas del mar Egeo... Es maravilloso. Vimos restos de naufragios, ánforas que una vez contenían vino, monedas, algún arrecife coralino, gorgonias rojas... Y también vimos a Neptuno que nos vigilaba detrás de un pecio sumergido. Las sirenas nos decían al oído que les siguiéramos. Y los tritones le colocaron un collar de perlas que le favorecía mucho.

Ya por la noche, nuestra última noche en este puerto, en esta isla, nos despedimos de la isla brillante con un tierno beso en la cubierta. La luna, menguante, nos invitaba a subir a su palacio. Y el corazón de ella, tranquilo, relajado y sonriente, me invitó a que entrara, me acomodara, y me quedase...

Esperar...

Estoy sentada en la cama, esperando a que él se afeite, recoja el necesser, se peine, esparza gotitas de colonia por su cuello, se ponga los guantes, me de la mano, tal vez me de un beso, tal vez no se acuerde de que quiere dármelo... espero a que bajemos la escalerilla, el guía nos de la bienvenida, nosotros no le hagamos caso y nos despidamos amablemente del pasaje para huir por nuestra cuenta... espero que el día comience, al fin y al cabo.

Pero no sé si el día me está esperando a mí.

Hoy, siento que no pertenezco al día.

Hoy, el tiempo se me ha detenido por dentro.

Palabras, palabras... letras impresas a través de una pantalla, han conseguido detenerme. Lo han detenido todo en mi interior, que lucha por regresar... pero, regresar ¿a donde?.

A un lugar que ya no existe...

Menos mal que ya ha salido del baño, menos mal que me ha dado la mano... y sí, se ha acordado de que quería darme un beso... estas pequeñas cosas me rescatan de la paralisis interior, me salvan...

Me siento como Leto, huyendo hacia la isla ...

Amarre

Amarre

El amarre fue suave. Poco a poco, el barco fue acercándose al puerto, y cuando la proximidad fue la suficiente, un grupo de marineros lanzaron las cuerdas y las ataron a tierra firme.

Nosotros hacía ya unas horas que teníamos la habitación arreglada. A pesar de que por la noche tenemos que volver al camarote a dormir (a no ser que avisemos de lo contrario), preferimos que haya cierto orden, ya que el espacio es limitado.

Cuando hemos bajado, me he mareado un poco; parecía que el suelo se movía. Creo que mi cuerpo ya se ha acostumbrado tanto al ligero balanceo del mar, que me mece para contrarrestarlo, incluso estando en tierra firme.

Hemos bajamos de la mano, ambos con las palmas cubiertas por los guantes (¡hace frío!) y los dedos en contacto... Me gustan estos guantes que me regaló, no nos separan del todo; permiten que exista contacto físico...

Por fin estamos en la isla cuyo nombre significa brillante, aquella que se cubrió de dorado tras el nacimiento de Apolo y Artemisa.

A pesar de todo, hemos decidido retrasar el paseo por las ruinas a la tarde, ya que mis mareos no mejoran.

En cuanto a ella... Parece algo inquieta desde que el otro día recibiera por correo electrónico noticias de personas pertenecientes a su pasado. Creía que ya lo había dejado atrás. Espero que el viaje le ayude a superarlo...

Nuestra primera noche en el mar...

En cuanto anocheció, fuimos a dar un paseo por cubierta. Asomados a la barandilla pudimos contemplar el espectáculo del agua, en pleno apogeo. Debieron ser duros sus ensayos. ¿Cómo aparentar la infinitud? No sé dónde se esconderá el secreto, pero miráramos hacia donde miráramos observábamos la misma imagen ondulante y azul oscura pero, a la vez, transparente de un océano en calma. ¿Dónde acababa el mar? Prefería no saberlo y, en ese momento, prefería que realmente no acabara nunca...
Cansados de presenciar la sublime actuación del océano, volvimos al camarote. Y fue allí, justo allí, donde creamos lo que sería el recuerdo de nuestra primera noche en el mar.
La luna se filtraba por los resquicios, el mar nos inundaba de aromas de sal, los muebles emitían un triste tintineo de sutiles balanceos; y, mientras, nosotros nos desnudábamos en silencio, sin mirarnos, sin tocarnos, sin decirnos nada... fue así como, también nosotros, aquella noche, aparentamos ser infinitos.
Y es que, de madrugada, mientras dormía, creo haber sentido que se metía en la cama de nuevo. Me ha besado y ha dejado apoyado su brazo sobre el mío, mientras nos sumergíamos de nuevo en sueños. Y ha sido, realmente, como si el mar y él me mecieran entre las brumas del sueño...

Te dije...

-Esta noche, como el mar, te meceré entre las brumas del sueño...

Esta noche me levanté...

Esta noche me levanté sobre las 4 de la madrugada y fui a cubierta. No sé, me sentía algo mareado y me apetecía que me diera el aire. Me puse la chaqueta sobre la ropa interior con cuidado de no despertarla, y subí por las escaleras hasta llegar arriba.

Cuando llegué, encontré una cubierta vacía por completo (a excepción de algún guardia de seguridad y personal de mantenimiento) y una gran luna menguante, sostenida por hilos invisibles. Me asomé a la barandilla, pues quería sentir el frescor del mar, y pude advertir el ligero fulgor que emitían los pequeños seres que componían el fitoplancton. Por lo visto, andábamos por una de esas zonas frías que abunda en vida y especies... Unos minutos más tarde, comprobé que aquellos seres que daban saltos a escasos metros de nosotros eran delfines, intentando alimentarse de los peces que, atraídos por el plancton, hacían bullir las aguas.

Algo más calmado, volví al camarote, le di un beso, e intenté de nuevo dormirme.

Creo que Neptuno apareció en mis sueños.

Embarcando

Esta mañana hemos subido en el barco por fin, después de semanas de preparativos, después de días ajetreados y discusiones por el contenido de las maletas... Espero no haber olvidado nada importante. Por lo pronto, la cámara de fotos y mi diario de viajes no me abandonarán. Ya veremos dónde me lleva el viento en esta ocasión.

El día ha amanecido lluvioso, aunque las autoridades portuarias nos han asegurado que no habrá ningún problema de navegación. Vamos, si no hay contratiempos, camino de las islas griegas.

Ya os contaré...

Sintiendo el mar...

Sintiendo el mar...

Espero que mi niño de guantes rayados no se haya olvidado nada en el cajón...la verdad, es que no esperaba que hoy amaneciera el día tan oscuro...la oscuridad...el mar...tú y yo... comenzó a llover en cuanto subimos el último peldaño de la escalerilla. Fue en ese momento cuando comencé a sentir el mar, resbalándose como lágrimas por mis mejillas...supongo que es el mejor momento para navegar, es el momento de que el agua comience su espectáculo.
Ha sido precioso lo que me ha dicho, nada más llegar a la barandilla:...